Radio UNAM Podcast:Conciertos de Difusión cultural y OFUNAM

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Serie: Conciertos de Difusión cultural y OFUNAM

Audio: 33 OFUNAM Temp3 Prog10 D101223

Ficha técnica
Descripción Transmisión diferida de las temporadas de la Orquesta Filarmónica de la UNAM.
Invitados Enrique Diemecke, director huésped Originario de una familia de músicos, Enrique Diemecke aprendió a tocar el violín con Henryk Szeryng. Estudió en la Universidad Católica de América en la ciudad de Washington y con Charles Bruck en la Escuela Pierre Monteux. Fue director general artístico y de producción del Teatro Colón en Argentina y en 2022 cumplió 16 años al frente de la Filarmónica de Buenos Aires y 32 con la Sinfónica de Flint en Michigan, Estados Unidos. En México ha sido director titular de la Orquesta Filarmónica de la UNAM y de la Sinfónica Nacional; recientemente fue designado director titular de la Sinfónica del Estado de Michoacán. Se ha presentado en Francia, Inglaterra, Estados Unidos, España, Países Bajos, Rusia, China y otros países del mundo. En 2020 se publicó el libro Enrique Arturo Diemecke. Biografía con música de Mahler.
Institución productora Radio UNAM
Institución coproductora Dirección General de Música de la UNAM
Género radiofónico Musical
Resumen Ana Lara (Ciudad de México, 1959) Ángeles de llama y hielo Mensajeros, heraldos, portadores de noticias, desde su primera mención en el versículo 24 del tercer libro del Génesis, hasta sus apariciones a lo largo del libro del Apocalipsis, todo tipo de ángeles pueblan las páginas del Antiguo y del Nuevo Testamento. Ya desde el siglo VI el teólogo y místico bizantino conocido como el Pseudo Dionisio los clasificó en serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y ángeles, dependiendo de los servicios que cada uno de ellos presta a Dios. Resplandecen en los versos del Paraíso de la Divina comedia de Dante Alighieri, en las arquivoltas de las catedrales góticas, en los íconos bizantinos y en la pintura occidental en general, ya sea como anunciadores, guerreros o consoladores, o cantando y tocando instrumentos para glorificar al Creador o a la Virgen María. En el cine se les ve sin ser vistos por la gente en los filmes Las alas del deseo (1987) y ¡Tan lejos, tan cerca! (1993) de Wim Wenders. En nuestra ciudad ocupan un lugar especial en el monumento a Beethoven, que se encuentra en la Alameda Central, y en la Columna de la Independencia. Pero en la música, su misteriosa existencia nunca había sido expresada con tan poderosa elocuencia como en el poema sinfónico de Ana Lara Ángeles de llama y hielo, inspirada en la serie homónima de cuatro sonetos que el poeta mexicano Francisco Serrano dedicara a la compositora. Dividida en cuatro partes que se corresponden con cada uno de los sonetos (Ángel de tinieblas, Ángel del alba, Ángel de luz y Ángel del ocaso) Ana Lara aborda en Ángeles de llama y hielo el espíritu de cada poema, en los que cada ángel anuncia un diferente momento del día y de la noche, a través de texturas sonoras en las que los distintos grupos instrumentales de una enorme dotación orquestal (metales, cuerdas, alientos, percusiones) juegan un papel predominante en la construcción de atmósferas, que van desde la más profunda oscuridad hasta la más radiante luminosidad a lo largo de una inmensa estructura circular en la que la obra concluye con las mismas sonoridades con las que inició. Gustav Mahler (Kalischt, 1860 - Viena, 1911) Sinfonía núm. 5 La muerte y el amor son los dos temas que bañan con su sombra y con su luz las sonoridades de la Quinta sinfonía de Gustav Mahler. Por un lado, las relaciones del compositor con la muerte comenzaron en su más tierna infancia. De los catorce hijos que sus padres engendraron ocho murieron a temprana edad. Su hermano Otto, trece años menor que él, se suicidó a los 22 años, y su hermana Leopoldine, tres años menor, murió a los 26, el mismo año del deceso de sus padres. Para cuando Mahler comenzó la composición de la Quinta, en 1901, la muerte había segado la vida de diez de sus familiares directos (en 1907 se llevaría, además, a su hija María). Pero, por otro lado, sería en ese mismo año que la sangre se le hizo “como de chocolate” en el corazón al conocer a una de las mujeres más bellas, talentosas y fascinantes de la sociedad vienesa, Alma Schindler, con quien no sólo experimentaría la pasión amorosa, el matrimonio, la familia, sino también los tormentos, la muerte y el sufrimiento. No resulta nada extraño entonces que en la reflexión sinfónica que representa su Quinta sinfonía, llevada a cabo en un momento de su vida en el que se sabía con pleno dominio de su “técnica y poderes” composicionales, Mahler se sintiera con la fortaleza de ánimo para enfrentarse al espectro de la muerte y decidiera iniciar la obra con una inmensa Marcha fúnebre, cuyo tema inicial ya había sido anunciado en la parte central del primer movimiento de su Cuarta sinfonía. En ella, el ritmo de cortejo que fluye a lo largo del primer movimiento es interrumpido en sendas ocasiones por fragmentos en los que la ejecución apasionada cargada de desesperación y lamento son exigencias explícitas señaladas en la partitura por el compositor. En el segundo movimiento, que forma un todo con la marcha fúnebre, nuevos temas entran en conflicto con otros ya citados en el primero, provocando la sensación de ser el desarrollo de éste. Salvo en el lamento que ejecutan los violonchelos sobre un redoble en el timbal después de la primera parte, la textura en general se vuelve más densa y los contrastes de luz y sombra más intensos. Entre estos contrastes, llama profundamente la atención la irrupción hacia el final de un inmenso y luminoso coral en los metales, que termina disolviéndose en la bruma de los oscuros materiales del principio del movimiento. Una danza de origen rústico muy popular en Viena, Suiza y el sur de Alemania en la segunda mitad del siglo XVIII, llamada Ländler, emparentada con el vals, sirve de base para la construcción del tercer movimiento, en el que la Quinta da el giro de la oscuridad hacia la luz. En el cuarto movimiento, el famoso Adagietto, Mahler desarrolla sobre el motivo principal de su canción Ich bin der Welt abhanden gekommen (Me he alejado del mundo, basada en un poema de Rückert), una de las formas de despliegue más prodigiosas después de los vuelos alcanzados por Richard Wagner en Tristán e Isolda (uno de cuyos Leitmotivs, el de la mirada, no sólo es la base para la confección del motivo principal del movimiento, sino que se cita en la parte central del mismo). El sentimiento depositado por Mahler en este movimiento podría sintetizarse en los versos del Lied que lo inspira: “He muerto para el estruendo del mundo y descanso en una región silenciosa. Vivo solo en mi cielo, en mi amor, en mi canción”. El último movimiento se abre con una cita melódica de su Lied Lob des hohen Verstandes (Alabanza de un intelecto superior) que, más que ser un préstamo propicio para desarrollar a partir de ella el carácter exultante del final de la sinfonía, parece representar una clara alusión al sentido moral de la historia contada en el texto de la canción (el concurso entre un cucú y un ruiseñor, en el que el primero resulta vencedor por la decisión de un asno que hace las veces de juez), a saber, que no importa cuántos asnos rechacen el canto del ruiseñor para privilegiar músicas más digeribles y sencillas, el ruiseñor no puede ni debe ir en contra de su propia naturaleza, de la misma manera que el verdadero artista no debe traicionar su esencia haciendo concesiones a las limitaciones de un público que sólo busca lo agradable en el arte.
Producción Arturo Flores
Contenido PROGRAMA: Ana Lara (1959) Ángeles de llama y hielo Duración aproximada: 21 minutos Intermedio Gustav Mahler (1860-1911) Sinfonía núm. 5 I. Trauermarsch. In gemessenem Schritt. Streng. Wie ein Kondukt (Marcha fúnebre. Paso mesurado. Riguroso. Como procesión fúnebre) II. Stürmisch bewegt. Mit grösster Vehemenz (Agitado tormentoso. Con la mayor vehemencia III. Scherzo. Kräftig, nicht zu schnell (Scherzo. Fuerte, no demasiado rápido IV. Adagietto. Sehr langsam (Adagietto. Muy lento) V. Rondo. Finale Duración aproximada: 68 minutos
Conductores Elisa Schmelkes
Duración 02:24:39